Este paisaje de tierra y esparto se transforma cuando se empiezan a alargar los días
Este paisaje de tierra y esparto se transforma cuando se empiezan a  alargar los días y nos sorprende “el verdor”. Todo es frondoso y para  quien conoce esta tierra,  de colores rosa, tierra, oro y basalto,  en  otras épocas del año,  es una sorpresa inmensa encontrarse con praderas,  humedales llenos de juncos y ranas, ramblas y caminos con los márgenes  repletos de plantas aromáticas y flores, muchas , muchísimas flores. El  verdor llega en ésta época y se alarga hasta que los largos días de sol  agostan de nuevo esta tierra,  volviendo a los tonos ocres y dorados y  las rocas y arenas calientes.
 Es ahora cuando se disfruta de un paisaje sorprendente, el que toda  tierra volcánica ofrece: la reacción de un espacio tan acostumbrado al  sol y a la falta de lluvia,  que responde con enorme generosidad al  rocío de la noche. Así,  hasta entre las piedras de basalto nacen flores  amarillas, en los montes más áridos  se llenan los espartos y  albardines de plumeros, el matagallo  aguanta el peso de sus coronas  rosas, inunda el aire el olor del tomillo colorao y del romero y la  lavándula,  con sus diminutas flores encarnadas, azules,  moradas…amarillas las mimosas y breves y blancas las flores de  almendros. Altas yerbas desconocidas en otras estaciones esconden  nuestros pasos y los  caminantes disfrutan del sol, de la luz, de la  primavera temprana de esta tierra. Es la época ideal para caminar y  descubrir uno de los lugares más bellos del mundo escondido entre  montañas y calas que un día fueron volcanes bajo el mar.
